Ya iba siendo hora. Como si de un Niño/a se tratase, la Roja se hizo mayor. Han sido muchos años de edad del pavo, de adolescencia incomprendida, de falta de madurez. Pero por fin llegó el momento. No fue de un día para otro, pero ya es una realidad. El gol de Torres demostró que de infantil ya no le queda más que la cara de sus componentes. Unos chavales que son de esos que ya levantaron algún título internacional cuando aún no se afeitaban. Se dio carpetazo al fatalismo, al temor escénico a los cuartos de final, al pavor de luchar con los grandes combinados de tú a tú. Ya no es esa España campeona de los amistosos, sino la reina de Europa.
El gol de Fernando Torres puso la guinda a un torneo excelentemente disputado. Pocos hubieran luchado esa bola entre hombretones y el del Livepool lo hizo, robó la cartera a Lahm y se burló del anciano Lehman. Cuando las agujas indicaban que las 21:15 se acababan de cumplir, el estadio entero se rindió a la excelencia colorada. Torres celebró el tanto como si de un bebé se tratara, el dedo a la boca y la mirada a la grada. Los compañeros le arroparon, el banquillo saltó en pleno y la afición se volvió loca. Mientras tanto, los incondicionales blanquinegros enmudeciron de repente. Las personalidades se saltaron el protocolo, y es que España demostraba que se había hecho mayor.
Y de qué manera lo ha conseguido. La mayoría de edad llega gracias a un fútbol espectacular, con criterio, buen hacer y netamente ofensivo. España es la justa vencedora porque consiguió ganar de todas las maneras posibles: lo hizo con rotundidad el día de su presentación; continuó avanzando gracias a un zarpazo de esos en los minutos finales; no titubeó al hacerlo con los menos habituales; le aplicó su propia medicina a los transalpinos; dio lecciones de manual contra los rusos; y acabó sufriendo ante los competitivísmos germanos. Así fue como sonquistó los corazones de todos los amantes al balompié. Hay un nuevo estilo que intimida a la vieja Europa y que amenaza al resto del mundo. Y que vengan ahora esos que responden al nombre de Brasil, Argentina, Inglaterra y demás clásicos que presumen de ser los grandes de este deporte. Porque el combinado nacional no ha ganado únicamente el trofeo de campeón, sino también el de máximo goleador, el del meta más fiable, el de una defensa de garantías, un centro del campo de dibujos animados y una dirección técnica impecable, entre otros muchos.
Se sufrió y se pasaron apuros, temor, nervios, mucha tensión y una pizca de incertidumbre. Pero se consiguió el objetivo. Luis y los suyos han escrito su nombre con letras de oro en la historia del balompié. Y al fin al cabo eso es lo que cuenta, porque de la digna perdedora alemana, nadie pondrá punto, y menos la historia.
España ganó sin perder su estilo, mareó a su rival e impidió las intenciones bávaras. Los de Löw lo intentaron, pero con más corazón que cabeza, con más ganas que hechos y dejando patente sus carencias. Las defensivas, sobre todo, y sino que se lo pregunten al 'Hombre' del Liverpool.
Un país entero salió a la calle para aportar su granito de arena y sus representantes les devolvieron el favor de la mejor manera posible. Y el caso, es que esto no ha hecho más que empezar. Mientras tanto, sigue retumbando eso de ¡Campeones, campeones, oé, oé, oé! Ha sido un gustazo...Y hasta la próxima.
